Publicado el 26/06/2011 ~ 2 comentarios
No vivas de fotos amarillas, vive de lo esencial
Mujer siempre ten presente que la piel se arruga, el pelo se vuelve blanco, los días se convierten en años… Pero lo importante no cambia; tu fuerza y tu convicción no tienen edad. Tu espíritu es el plumero de cualquier telaraña. Detrás de cada línea de llegada, hay una de partida. Detrás de cada logro, hay otro desafío. Mientras estés viva, siéntete viva. Si extrañas lo que hacías, vuelve a hacerlo. No vivas de fotos amarillas… Sigue aunque todos esperen que abandones. No dejes que se oxide el acero que hay en ti. Haz que, en vez de lástima, te tengan respeto. Cuando por los años no puedas correr, trota. Cuando no puedas trotar, camina. Cuando no puedas caminar, usa el bastón. ¡Pero nunca te detengas! (Teresa de Calcuta, cfr. www.interrogantes.net).
Estas palabras de Teresa de Calcuta, nos sirven para introducir un texto de Jacques Ellul, recogido del libro “Traición a Occidente”. Lo recogemos por sintético y práctico, así como racional y lleno de sentido común. El video que sigue al texto tendrá su lógica al acabar de leer.
Entregarse a los empujes del inconsciente, a los desenfrenos de lo irracional, a la explosión del deseo, a la inmediatez del odio, ¿es ser hombre?
Sólo en la medida en que el hombre se ha organizado socialmente ha conseguido sobrevivir ( … ). No existe humanidad en la “alegre”(?) espontaneidad animal, en la expresión directa de las necesidades y de las pasiones. Siempre ha procedido la civilización por medio de represiones sucesivas. Pero el hombre replicaba no por la furia absurda del perrito que se enfurece porque está atado, sino por la sublimación. El impulso refrenado era dirigido hacia un objetivo más profundo, más decisivo, más esencial. ( … ) La sublimación no es un vano consuelo: “Quisiera hacer esto, me lo prohíben, luego me pongo a soñar”…, sería absurdo. Pero una fuerza contenida, impedida, que encuentra una vía estrecha para expresarse, es entonces mucho más potente. ¡La elevación del calor es tanto mayor cuanto que la “resistencia” es más fuerte! ¡La impetuosidad del torrente es tanto más fulgurante cuanto que el cauce es más estrecho! Se olvida con frecuencia que el frío equilibrio de Apolo encubre una musculatura mucho más formidable que la gesticulación incoherente de Dionysos.
Se ha honrado demasiado a Dionysos, el bello, el desenfrenado, el libre, el dios de las danzas, las fiestas y el vino, sin verle más que a él; pero él es Baco, vergonzoso y ridículo; es Sileno, rechoncho, barrigudo y repugnante !Es demasiado fácil olvidarlo para no conservar más que una imagen gloriosa! Si se rechaza tanto la presión exterior del grupo como los condicionamientos de las reglas de relación social interiorizadas por el individuo, el hombre vuelve a una situación animal.
EL CONTROL DE LA RAZON
Los hombres han creado progresivamente los frenos para limitar su agresividad, pero estos frenos no son siempre los mismos y, además, el deseo de libertad los cuestiona continuamente. Pero como cualquier vida social resulta estrictamente impensable sin ningún control, aparece entonces otra serie de frenos, como la razón y todos los que podemos agrupar bajo la denominación de self control. Si se recusa cualquier barrera exterior o social, en ese caso hay que ser capaz de limitarse a sí mismo; es decir, hace falta estar bien dotado de los instrumentos necesarios para que esta libertad no sea una incoherencia salvaje.
La razón permite dominar el impulso, elegir las fórmulas para el ejercicio de su libertad, calcular, o bien las posibilidades de éxito, o bien la inserción de esta acción en el contexto del grupo, comprender las relaciones humanas, comunicarse. Esto constituye la más elevada expresión de la libertad, pero al mismo tiempo carece de sentido si no posee un contenido dictado en última instancia por la razón.
ORIENTAR LOS IMPULSOS
Todo esto se duplica con lo que suele llamarse el self control. En realidad, nadie puede ser verdaderamente libre si no se controla a sí mismo lo bastante como para resultar aceptable por los demás, lo que implica un dominio de sus impulsos, de sus deseos, de su espontaneidad, no para que desaparezcan, sino con el fin de orientarlos.
Por supuesto, el self control está educado y, por consiguiente, es también un comportamiento social interiorizado (cosa diferente de la razón), pero distinto de los tabúes, por ejemplo. Es probable que esta formación caiga en conductas estúpidas cuando no sean más que estereotipos sin fundamento. Muy a menudo fue bastante criticada, ridiculizada, en la Inglaterra del siglo XIX.
Pero este control que permite elegir entre las pasiones y los comportamientos es quiérase o no, señal de libertad. Aquél que está sometido a una cólera violenta y la expresa por medio de gritos, gesticulaciones, insultos y golpes, que se deja llevar cada vez más por el torrente de esta cólera a medida que la exterioriza (“que se deja llevar”, repárese en la expresión), que termina en un paroxismo de rabia homicida, no es libre en absoluto. Aquel que controla exactamente su cólera, que la mide, que se obliga a calmarse, que no levanta la voz a pesar de que las lavas hiervan en su interior, y que sólo hace los gestos que quiere, no obstante se enfurezca su sangre; aquél que expresa su cólera por medio de palabras mesuradas, que quizá no hable en el momento para explicar más tarde lo que ha provocado su cólera, éste es, en efecto, libre.
Está claro que me limito a poner un ejemplo sencillo. La condición de la libertad no es sólo el dominio de las pasiones, sino también del lenguaje, de las ideas y de las relaciones sociales. Sin este dominio, la libertad no es más que un desbordamiento de la personalidad que se diluye al manifestarse sin reservas.
LA CORTESÍA
El self control se exterioriza bien en lo que suele llamarse la cortesía, que permite la convivencia, evitando las ocasiones de conflicto y de ruptura. No existe un código de la cortesía. Cada grupo, cada época la ha instituido de manera diferente, pero lo que importa es que exista ese aceite en las ruedas para poder funcionar sin roces. En la medida en que el grupo está formado por individuos que quieren ser autónomos y libres, conviene que exista esa estrecha zona neutra que separa a cada uno de los demás, un terreno en el que puedan volverse a encontrar sin que surjan disputas.
Se produce el absurdo cuando se toma ese ritual por un valor en sí, cuando la cortesía deja de ser el aceite o el terreno neutro de reunión para ponerse en la picota, cuando llega a ser una institución intangible que impide entonces poner en claro las cuestiones fundamentales o personales y prohíbe al hombre ponerse en contacto con el hombre. Conviene entonces romperla, desde luego, pero a sabiendas de lo que cuesta y de lo que se arriesga.
LA COHERENCIA DEL COMPORTAMIENTO
La combinación del control y de la razón conduce finalmente a la coherencia. (…) La coherencia -distinta de la repetición o de la ritualización- va unida a la posibilidad de mantener una relación continua con los demás. En efecto, para que exista una relación verídica es forzoso que el otro pueda tener suficiente confianza en la continuidad de mi comportamiento para saber que puede esperar de mi tal palabra, tal ayuda, tal rechazo.
No es posible engañar a todas horas al otro. Y de esta variabilidad se deduce, por regla general, una inestabilidad fundamental de la personalidad. Ser libre consiste en reconocer qué esperan los demás de mí (y si rehúso hacerlo, que sea al menos por razones poderosas), consiste en ser capaz de asumir las consecuencias de una palabra, de un acto, de un comportamiento que pude tener y que me obliga a responder de lo que hice, de lo que fui. Traicionarse a sí mismo para evitar la responsabilidad no es ser libre; revela una personalidad de chicle. La coherencia, que entonces puede parecer como una represión que yo ejerzo sobre mí, es la expresión de mi libertad frente a mis impulsos, (…) lo que me permite no flotar de forma incoherente a merced de las circunstancias.
Considero que la inconstancia en las relaciones entre sexos no es, en modo alguno, un progreso de la libertad, sino una represión de la personalidad; es la impotencia para resistir al impulso momentáneo, a las circunstancias. Baste pensar en todas esas innumerables novelas y películas que, a partir de Madame Bovary, justifican la aventura y el adulterio contra el “el matrimonio burgués”. En ellas resulta que se trata siempre de un juego circunstancial: una reunión entretenida, un baile o una fiesta, etc., enlazan a los que van a conocer un maravilloso amor “libre”, al margen del convencionalismo social del matrimonio. En realidad, ninguno de ellos vale más que el otro. Y esto conduce inevitablemente a la incoherencia de las relaciones sexuales consideradas hoy como el fin primordial.
Parece, por tanto, que el elogio de lo irracional y de lo instintivo es uno de los rasgos culturales más acusados de nuestra época. El rechazo de todo control en nombre de la espontaneidad aparece como la vía de liberación humana, el medio para volver a la ingenuidad primitiva. Pero la vida en sociedad exige siempre al hombre un esfuerzo de autodominio para que la libertad no degenere en incoherencia salvaje.
Laura Renom dijo el 27.06.2011 a las 11:23 pm
Me ha encantado este este testimonio, y me ha servido mucho para hacer un rato de meditacion, he sentido mucha paz, con las palabras de la madre Teresa al comienzo y con el video. Hay que seguir y seguir y seguir difundiendo estas paginas para que todos entendamos que no todo lo que se puede hacer se debe hacer, ni es un bien para uno ni para la sociedad