Publicado el 04/08/2010 ~ 3 comentarios
Esfuerzo heroico
Para encontrar al amado
Donde lo cotidiano recobra
El olor y la bondad del pan
Por hacerse vida
Cada vez más vida
La expresión artística como transparencia de la persona
Helena Ospina de Fonseca. Catedrática, Facultad de Letras, Universidad de Costa Rica San José. 2.II.2005
1. Un concepto de cultura
Entiendo por cultura aquello a través de lo cual la persona humana, en cuanto persona, se hace más persona; es más; accede más al ser, porque la persona vive una vida verdaderamente humana gracias a la cultura (Juan Pablo II, Discurso en la sede de la UNESCO, París 1980). La cultura es un modo específico del ser y del existir del hombre. De ahí la importancia que tienen sus diferentes formas de expresión para que contribuyan al enaltecimiento de la dignidad de la persona humana, y puedan presentar otras formas de verdad artística que contrarresten algunas que no reflejan toda la hondura y belleza del ser.
La cultura moderna atraviesa una crisis. Ya no se presenta como principio animador y unificador de la sociedad capaz de hacer crecer interiormente al hombre en toda la línea de su verdadero ser. Esta pérdida de vigor y de influencia en la cultura tiene como base una crisis de la verdad. Se trata, en el fondo, de una crisis de metafísica (José Miguel Ibáñez-Langlois, 1979), a lo cual sigue la devaluación de la expresión artística en todos los campos.
Existe hoy un desconcierto tanto en la persona del artista como en su obra. Así, como –en el plano de la Economía– se ha globalizado la pobreza, en la Cultura –en algunas de sus manifestaciones– se ha globalizado lo zafio, lo grosero, lo tosco, lo desalmado. Aprender hoy, en el campo de la cultura, a ser personas de criterio, tiene que ver con la formación estética –el cultivo del “pulchrum” (Antonio Ruiz Retegui, 1998)– y con la forja del carácter (López Quintás, 2003).
2. La cultura como cometido especial de la mujer
En el Seminario La mujer y la cultura hoy, hablé de la cultura como cometido especial de la mujer. El progreso de la cultura está unido al crecimiento moral y espiritual de la persona humana..: “la fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir el ser humano” (Juan Pablo II, Mulieris Dignitatem, n. 30).
En el siglo XX, los éxitos de la ciencia y de la técnica significaron muchas veces una pérdida de lo humano. Este nuevo milenio aguarda impacientemente “la manifestación del genio de la mujer”… Esta revelación del “genio de la mujer”, se necesita en todos los campos, y ha de producirse con las peculiaridades de su ser femenino, de sus propias virtualidades, las que tiene en su singularidad y las que tiene como mujer.
En las Artes experimento un desfase entre lo que se espera de la cultura y lo que acontece en el quehacer diario en este terreno. Capto un tremendo vacío en el mundo de la cultura que no puedo atribuir a la falta de creatividad. Hay talento. El talento existe; pero, no irrumpe en los foros con la estatura propia de la dignidad inherente a su oficio. Echo de menos ese ¡arte cabal de personas cabales!, como el que aprecié siempre en la prosa y poesía de la escritora norteamericana Anne Morrow Lindbergh, y en la paleta de la pintora colombiana Blanca Sinisterra. No quiero entrar a analizar por qué sucede esto, ya que depende de las motivaciones más íntimas que el artista tiene para crear. Sólo me limito a decir que es imperdonable la ausencia de tanto talento que no se hace presente –con otras tonalidades– en los areópagos.
Abordaré ahora las tres vertientes en que se está dando esta expresión artística en los campos de la reflexión, gestión y creatividad personal.
I. Reflexión sobre propuestas estéticas para el desarrollo integral de la cultura
En la historia de la Estética existen los casos del poeta colombiano Eduardo Ospina, del francés Paul Valéry, del anglosajón T. S. Eliot, del chileno José Miguel Ibáñez-Langlois, por citar algunos. Esta reflexión se hace urgente cuando el artista constata que su creación surge “contra corriente” de lo que impera en los círculos donde se mueve. Aparece, entonces, para el artista un dilema: ¿Qué hacer? ¿Replegar velas? ¿”Adocenarse” para estar a la moda? ¿O rebelarse? Escogí la vía de la rebelión. Proseguí mi “canto continuo”, el que llevaba dentro, desde siempre, y empecé, simultáneamente, a agudizar las herramientas críticas del Arte, para estudiar la perennidad y la continuidad, a través de los tiempos, de una manera de hacer Cultura. Así fue como surgieron algunos ensayos y su proyección en los Congresos de Cultura Europea.
En mi ensayo sobre “Arte y Persona” (Actas del IV Congreso Cultura Europea, 1996), propuse la necesidad de un “principio de unidad” entre la obra del artista y su persona. Utilicé la analogía de la unidad existente en la persona humana entre el cuerpo y el alma, para referirme a la unidad insoslayable entre fondo y forma –tan buscada por Valéry– en la expresión artística. Riqueza interior personal, unida –en el caso de la poesía– a un manejo del lenguaje, para que su unidad de fondo y forma –sello del verdadero poema– sea transparencia de la persona del artista. La poesía como resplandor de la persona (H. Ospina, Splendor Personae, 1997). Poesía con “hombre dentro”, como afirma Ibáñez-Langlois.
En mi segundo ensayo sobre “Persona y Cultura” (Actas del V Congreso Cultura Europea, 1998), reflexioné en torno a unas afirmaciones que hace Juan Pablo II: “el destino del hombre se juega en la cultura”; y “una fe que no se hace cultura es una fe muerta”. Aclaré que, no por ello, la expresión artística ha de ser exclusivamente religiosa, sino que ha de traducir lo que hay de noble, de verdadero y de hermoso en el ser humano, respetando el legítimo pluralismo de las diferentes expresiones culturales de esas realidades.
En mi tercer ensayo, “John Paul II’s Letter to Artists: The Cultural Implications” (Actas del VI Congreso Cultura Euroepa, 2000), al hilo de los comentarios de este poeta y dramaturgo, tejí las resonancias que su diálogo entre fe y cultura han suscitado en mi experiencia personal como artista y en mi gestión cultural. Lo escribí como testimonio de gratitud para decirle que existen artistas que sintonizamos en este milenio con su epifanía de la belleza.
En los talleres (workshops) llevados a cabo durante los dos últimos Congresos de Cultura Europea presenté –con colegas que colaboran en este empeño cultural– videos para dar una idea de cómo se puede potenciar la interrelación de las artes. En 1998 proyectamos el Auto Sacramental, Stabat Mater, y en el 2000 el Documental de la Interrelación de la poesía con la música, la danza, la pintura, la fotografía y el teatro desarrollada entre 1990-2000.
En el reciente ensayo: “La cultura de lo femenino” hago ver la transparencia de “la vida en la obra”, y de la “obra en la vida”, en cuatro mujeres llamadas Teresa a lo largo y ancho de cuatro siglos: Teresa de Avila, Teresa de Lisieux, Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), y Teresa de Calcuta. Vislumbro allí –en la perspectiva de la igualdad de “género”– la hermosura de la coherencia entre “vida vivida” y “vida plasmada” –en la vida y en obras–, para concluir que la obra más soberana no es necesariamente la que se escribe, sino la que se vive en plenitud.
II. Gestión y fundación de una empresa cultural llamada PROMESA
PROMESA nace en 1982, gracias a la iniciativa de mi esposo, como un servicio al mundo cultural, buscando ser fermento de iniciativas de intelectuales, artistas y críticos que conciben su quehacer profesional como un ámbito de encuentros, abierto a un sentido trascendente de la vida. Su labor editorial inicial se dirige a los campos de la Familia y de la Educación. En 1991 abre sus puertas al mundo del Arte, lanzando la Colección de Poesía que cuenta con más de 50 títulos de 11 voces hispanoamericanas.
Su Consejo Editorial cuenta con personalidades del ámbito nacional e internacional que orientan e inspiran las políticas editoriales de la empresa a fin de enriquecer el contenido y la forma de la dinámica cultural.
El lanzamiento de cada obra constituye un verdadero Encuentro Cultural en el cual se involucran las distintas disciplinas artísticas y las ponencias de humanistas, científico-sociales y filósofos. Más de 80 humanistas y 40 artistas han colaborado en sus actividades culturales con sus investigaciones y talento artístico.
La Interrelación de las Artes cuenta con un núcleo germinal de artistas que exploran las imágenes de los poemarios, y en un trabajo de equipo van definiendo la modalidad de la interrelación que se quiere para cada performance. Así fue como surgieron: la escenificación de Cantata a las Artes, presentada en el Teatro Eugene O’Neil en 1996; la representación del Auto Sacramental Stabat Mater en Costa Rica y en La Antigua Guatemala; las Suites de Ballet: Eva-María, presentada en un Congreso Internacional de la Mujer en la Universidad de Trømso, Noruega, y luego en San Petersburgo (Rusia), Austria e Italia; Divino Artífice, presentado como parte de la Trilogía de la Creación en San Petersburgo; Divina herida, presentada en el Centro Cultural de México.
III. Creación personal en el campo de la poesía
¿Cómo surge la vocación poética? En el reciente XIII Congreso Internacional de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina ALFAL (Costa Rica 2002), mi comunicación versó sobre el origen de esa vocación y el papel capital que juega la formación familiar en el desarrollo del talento artístico: “El aporte de la trilogía poética Splendor al trabajo del artista y a la proyección social de su creación artística”.
Hablo allí de un estilo de hacer cultura que se hunde en el tiempo, vivido en el hogar, gracias a una madre, verdadera mecenas de las Artes, en mi ciudad natal de Cali, Colombia. Ella acogió en el exilio, al finalizarse la II Guerra Mundial, a artistas europeos, brindándoles la posibilidad de ejercer su profesión y ganarse dignamente la vida. En la parte de atrás de nuestra casa se inició una escuela de ballet y de música con los profesores Wladimir Woronzoff (bailarín ruso quien afirmaba haber bailado con Anna Pavolva), y el matrimonio belga Simar (León, Prix de Rome, y su esposa Andrea). En casa se alternaron las clases de ballet clásico, piano, solfeo e historia del arte. Mi adolescencia –etapa por excelencia de captación y vivencia de los grandes ideales de la belleza, de la verdad y de bien– se vio nutrida de toda esta atmósfera que nunca abandonó mi retina ni mi oído. Retina del alma la llamo. Percepción auditiva de todo un tono, de toda una categoría, unido todo ello a una forja del carácter, en la exigencia que requería seguir, a la vez, desde la escuela primaria, tres disciplinas de estudio, en un hogar de familia numerosa, incondicionalmente abierto al trajín diario del ir y venir de alumnos y padres de familia.
¿Cómo fue que tomé conciencia de nuevo de esta vocación? La maternidad, el nacimiento de mi única hija, Helena María en 1967, fue el detonante emotivo que reinició la creación poética: Sail, Sail, My Love surgió en inglés, durante nuestra residencia en Washington D. C. Cada poemario trae una musicalidad. Exige un vehículo idiomático específico. Mi poesía, a veces surge en español; otras, en francés. Coincido con la explicación que da Ibáñez-Langlois cuando afirma que cada lengua posee unas características expresivas particulares. Los idiomas son herramientas, y a veces el “yo lírico” se adapta con más facilidad a los resortes poéticos de un idioma, porque los requiere –exige– el tono de la canción que tiene entre pecho y espalda. El yo lírico es quien elige el idioma donde se siente “más a gusto” –si pudiéramos decirlo así– para cantar su canción.
Estas creaciones poéticas esporádicas, desde 1967, encontraron, bajo el impulso definitivo del poeta de La Antigua Guatemala, el arcaduz seguro, al abrirse en 1991 la Colección de Poesía en PROMESA. A partir de esa fecha, era cuestión de estar atenta a la canción que todo vate lleva dentro: de acunarla, de recrearla y brindarla a los demás por medio de la palabra. Y cuando esta actitud, contemplativa y activa a la vez, se une a la conciencia de que todo talento es un don, y que el don ha de trabajarse, la floración maravillosa de toda la riqueza que el Creador tiene prevista para la manifestación del genio de la mujer se hace inevitablemente presente.
Conclusión
La cultura está íntimamente ligada a la vida. Su privilegio consiste en dar el “ser” a lo que no existe de hecho. En esto consiste la responsabilidad social del artista y del gestor de la cultura: medirse con una realidad sui generis que es capaz de inventar, de descubrir y desvelar para la humanidad. Para llevar a cabo esto, el artista ha de encontrarse primero consigo mismo, descubrir su talento como don (H. Ospina, Ars poetica 1991); reconocer al Dador de todo don (H. Ospina, El Verbo y el alma en Splendor fomae,1995); empezar a cultivar una relación personal con el Dador de su don (H. Ospina, Divino Artífice, 1998); descubrir el campo ilimitado de creación artística al cual se le invita (H. Ospina, Cantata a las Artes, 1995); entender que sólo él –y en un tiempo concreto– puede y debe imprimir a la cultura, el sello irrepetible de su creatividad (H. Ospina, Poiein, 1993); y acoger, en definitiva, su talento como “tarea”, como “proyecto personal de vida” (H. Ospina, Andadura de vida, 2000), como invitación a continuar la obra de la creación y –en una perspectiva cristiana– la del desvelamiento del rostro del Creador, presente en la creación, para acrecentar –con su obra– a lo largo del tiempo, el resplandor de la Belleza, porque se sabe co-partícipe del divino Artífice en una nobilísima empresa.
La conclusión de esta experiencia artística de reflexión, gestión y creatividad es que es posible ser fiel a un principio de verdad artística como el defendido por mi tío abuelo, Eduardo Ospina, en 1927 en la Universidad de Munich: “el arte como expresión de la vida”. Y cuando la concepción de la vida lleva inherente su dignidad, la expresión artística busca ser cauce de esa dignidad, aún en paisajes claro-oscuros donde el artista se debate entre las tinieblas y la luz, y donde su grito desgarrador de la condición humana es ya un reflejo de una llamada hacia la plenitud. Y las recomendaciones que daría es que es posible hacer este tipo de arte, forjar y plasmar en las obras este ideal de cultura; existen artistas que están sedientos de vivir y de expresar este ideal de belleza y de verdad artística.
4- PROMESA (Promotora de Medios de Comunicación S. A.) es una empresa cultural que se fundó en febrero de 1982. Nace gracias a la iniciativa personal del matrimonio del Ingeniero Carlos Manuel Fonseca Quesada y de Helena Ospina Garcés, Catedrática de la Facultad de Letras de la Universidad de Costa Rica. Cuenta con tres pilares: una labor Editorial, la Interrelación de las Artes y los Encuentros Culturales centroamericanos e internacionales.
emt dijo el 04.08.2010 a las 5:20 pm
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Paus dijo el 04.08.2010 a las 10:32 pm
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