¿Qué es el amor? Si no me lo preguntas si lo sé

Publicado el 14/09/2010 ~ 0 comentarios
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Es muy difícil explicar el amor. La libertad tiene que amar la verdad, porque si la cumple y se atiene a ella sin amarla, entonces viene la rigidez, o el perfeccionismo, y no mucho después el rompimiento del alma.
El amor es una cosa privada. La fría lógica de quien mira desde fuera lleva las de ganar; el acalorado corazón del enamorado no es siempre capaz de razonar sus excesos. El amor se hace de excesos. La lógica se hace de silogismos exactos. Exactitud y exceso. Lógica y corazón. Indiferencia y amor.
El amor introduce un elemento distorsionante en el tratamiento que debe darse a la verdad. El amor la hace, en cierto modo, incomunicable, intransmisible, porque el mundo del amor suele prescindir muchas veces de los argumentos. Ahí no se aportan razones, sino pruebas, testimonios. Al amor le interesan los testimonios, los hechos, no los silogismos. El amor tiene también ingredientes racionales, pero está pegado al corazón y el corazón tiene su propio modo de pensar. El amor hace que la verdad se convierta en persona y a las personas amadas no se las discute con extraños.
Pero el amor no es un sentimiento, ni un remusguillo que  corre por la espalda. Los sentimientos son como escalofríos. Hacen vibrar los nervios. Son demasiado fisiológicos. Se explican con expresiones como: “me hierve la sangre”; “se quedó helado”; “se le pusieron los pelos de punta”; “la boca ce me hace agua”. Los sentimientos no se sostienen mucho tiempo, son variables. Dependen del viento. El amor es una decisión.

El amor no es un sentimiento. Cuando un chico joven confunde sus sentimientos con el amor, entonces está a punto de producirse una pequeña catástrofe. El amor es entrega, el amor es donación, el amor es sacrificio, el amor es fidelidad. El amor es la ley de mi vida, la norma que en adelante regirá mi futuro. Lo que amo eso es mi ley. Mi libertad se pone en manos de esa ley, se deja modelar por esa verdad. Yo dejo de ser el legislador de mi propia vida y me entrego, hasta donde puede el hombre entregarse según su edad, su cultura, su formación.
Sólo se puede amar así, a una persona. El amor es sobre todo una promesa. El amor no puede llevar fecha de caducidad. En la moderna civilización de la hipótesis, se oye decir a los “enamorados”: “vamos a ver si esto funciona”, o, “esta preciosa parejita ha dejado de funcionar”. Un amor así entendido caducará como el yogur, en cuestión de meses.
Pero el amor tiene que crecer, porque no se trata sólo de “seguir ahí” con la fidelidad de un muerto a su tumba o de una piedra a su hueco. El amor se hace de historias comunes, de sufrir juntos y de gozar juntos, no del mero estar al lado: se necesita apertura, salir del yo. Y del yo se sale lentamente. El que abandona su yo, el que lo entrega, ese, ese ha hecho una ofrenda al amor, un sacrificio. Lo que hace crecer al amor es el sacrificio: “tengo que hacer muchas cosas por la persona amada”. Tengo que traerle el mundo a sus pies. El sacrificio es a la vez el banco de pruebas y el tónico del crecimiento. La pregunta es: ¿qué estás dispuesto a hacer por la persona que amas? (A.S)

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