El presente ausente y la necesidad de ser libres

Publicado el 09/02/2011 ~ 1 comentario
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Parafraseando a un viejo filósofo: “Es bonito que las personas que quedan, no solo recuerden, como si de un recuerdo se tratara, a la persona querida, a su ejemplo y su enseñanza, sino que sea ésta, su presencia actual, la situación real.
Solo el amor redime, solo el amor traspasa la barrera del tiempo, solo el amor permite encontrase con esa realidad del Presente Ausente, que es operativo hoy y ahora, que sigue, que se reintroduce en la temporalidad, gracias al empeño en la lucha y el cariño con el que la persona impregnó los corazones de los demás. Los corazones, que han tenido un principio vital, pero no son sensibles de corromperse, de separarse, como lo es todo lo material, siguen siendo vitales, siguen involucrándose e influyendo, sencillamente, en sus amores permanentemente”.
Francisca Castilla Hidalgo. Nació en 1936, en Cazorla (Jaén). Vivió hasta los 15 años en esa ciudad. Y se fue a trabajar a Barcelona como empleada doméstica. Su vida de trabajo, inquietudes, pobreza y alegría le llevo a vivir en Barcelona, Roma, Madrid y otras ciudades de España. Murió en la primavera de 2004. Sin estudios universitarios, pero con muchas inquietudes culturales y sociales no dejo de estudiar y leer. Su hermano, Salvador, nos ha enviado estas cortas letras y dos poesías a título póstumo.
Ser lucero: nadar a contra corriente
No es natural que las personas sean gregarias, pero sí es una realidad: nadie quiere ser apuntado con el dedo, ni que se le asocie con epítetos como “fanático, retrógrado, fósil aerodinámico”, etc.
Y sin embargo en el interior todos queremos ser libres. Se nos llena la boca con la palabra “libertad”. Yo soy libre; ¿para hacer lo bueno?, ¿lo que me gusta?, ¿o lo que quieren los demás que haga? Son tres preguntas necesarias que cada uno debe hacerse para no caer en el maniqueísmo, relativismo, y todos los ismos que podamos recordar y abarcar.
Los jóvenes adolescentes que tanto tienen para hacer y dar, si no quieren quedarse fuera del grupo, a no ser que sean líderes, no les queda otro remedio que unirse al gregarismo o a ser uno más del grupo y hacer lo que quieran los demás, a no ser que sus colegas “amigos”, se dicen, les hagan el vacío y se queden solos. De esta soledad son pocos los que salen, porque son pocos los que lo intentan, haciéndose un hueco en una sociedad ávida de experiencias sensibles que sólo busca el placer sin tener en cuenta las consecuencias degenerativas que esto trae consigo.
“El me gusta, es bueno”. Así se piensa. Por ejemplo, al principio a uno no le gusta el licor, el whisky, el orujo, etc., pero el organismo no tarda en asimilarlo, si uno continua llega a la adicción, “las moñas, las turcas , los tablones, los pedales”, en definitiva las borracheras del fin de semana. Digo alcohol, pero también están las drogas, las pastillas de fin de semana. Esto me gusta, es bueno “yo decido”.
Y del sexo, pues que a todos gusta como gusta el comer, y se llega al placer por el placer, refinado por el gourmet, en vez de comilón, tragaldabas, etc. El metro sexual por el putero, mujeriego.
Hablar de esfuerzo, trabajo, responsabilidad, eso no existe en el vocabulario de los hedonistas; vivir de película es confundir la realidad con la ficción. Los griegos hacían las tragicomedias para que el populacho reaccionara y se diera cuenta que hacían mal las cosas; ahora en cambio nos embuten la cabeza, la conciencia, como si fuera salchichas, mortadelas, sin distinguir si son carne o pescado: ¡deshechos! En una palabra, como que los intestinos están apretados de engullir tanta porquería.
Eso no es libertad, no es saludable, no es tener calidad de vida, ahora que tanto se habla de esto “calidad de vida”.
La calidad de vida creo que empieza por el saber admirar la belleza de todo: la bondad de las personas, los árboles, una flor, las montañas, las construcciones, etc., y sobre todo sentir la bondad del bien, la alegría de hacer bien las cosas, sentir el cariño de los demás, la risa de los niños y sus miradas de asombro cuando descubren una cosa nueva.
¿Habéis visto a los niños en los fuegos artificiales?, esto son las personas que ante una buena acción, un trabajo bien hecho, se llenan de asombro y de alegría. No es ñoñería sino fortaleza que, una vez tras otra, nos empeñemos en el bien, esto sí que es heroísmo: esta es la forma de estar escribiendo cada día una página nueva de la gran aventura de la vida.
Esto es lo real y no ficción, hecha con sudor, con decisión, con un final maravilloso que por muchos errores y horrores personales, obtenemos del gran tesoro de la vida. Con toda variedad de metales y piedras preciosa, desde el carbón hasta el diamante, desde la galena hasta el oro.
Esto sí que es calidad de vida: llena no sólo de sensaciones, sino de realidades.


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