Hace falta silencio, ¡simplemente silencio!

Publicado el 15/02/2012 ~ 2 comentarios
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Ya no existe el silencio. Lo busqué bajo la cama, pero hablaban los vecinos; lo busqué en la cocina, pero hablaba el calentador; lo busqué en el salón, pero hablaba el televisor; lo busqué en el coche, pero hablaba el conductor; lo busqué en el cielo, pero hablaba mi cabeza. El ruido del mundo acalla el silencio del alma. Es una extraña paradoja. Tan extraña como real. Yo misma, como profesora de 18 angelitos de 2 años, soy una amante del silencio y a veces lo suplico a gritos, otra singular paradoja. Suplicar a gritos una respuesta silenciosa es tan absurdo como buscar una bomba corriendo sobre un campo de minas. Para cuando la encuentres estarás muerto.
No debería ser así. Hace falta silencio para escuchar el viento, hace falta hablar bajo para saber cuando nos responderán, hace falta silencio para cuando ocurra un milagro, hace falta silencio para darnos cuenta.
¡Hace falta silencio!
Nos quejamos de que no ocurren cosas extraordinarias, nos lamentamos porque no tenemos suficientes pruebas, nos indignamos porque no se nos dicen las cosas al oído, sin embargo, nadie escucha la respuesta.
En el Evangelio (Marcos) se nos cuenta que Jairo corrió en busca de Jesús porque su hija estaba muriendo. Le pidió ayuda y esperó en silencio una respuesta. Buscó donde debía buscar. Jesús le acompañó a casa, y al entrar en ella encontró un gran alboroto. La hija había expirado y las plañideras (señoras a las que se pagaba y contrataba por llorar la muerte de algún familiar o amigo) lloraban y clamaban al cielo: “¿Por qué ha muerto? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡No era su momento! ¿Por qué lo has hecho Señor? ¿Por qué?” – Preguntaban.
Jesús, sorprendido les dijo a todos: “¿Por qué alborotáis y estáis llorando? La niña no ha muerto, sino que duerme.” Allí tenían su respuesta a sus preguntas, pero todos se reían de él. El mundo no le escucha, se ríen de Él. Le ignoran y luego lloran, preguntándose y reprochándole porque Dios se llevaría a una niña tan joven. Se preguntan por qué, pero no aguardan una respuesta. Buscamos respuestas a grito pelado, ahogando la voz que responde: “No está muerta. Está ocurriendo algo extraordinario, pero no eres capaz de verlo porque no atiendes, no escuchas.” Él, no puede trabajar con el alboroto de un mundo que no escucha y hace salir a todos; toma consigo a los padres (aquellos que fueron a buscarlo) y les dijo: “No temáis, sólo tened fe”. Jesús fue a dónde la pequeña y le dijo: “Niña, a ti te digo, levántate”. Y la pequeña despertó. A continuación pidió a los padres que nadie se enterara de aquel suceso.
Aquellos que pidieron ayuda, que buscaron respuesta donde debían buscarla y esperaron, la tuvieron. Supieron huir del ruido. Supieron preguntar en silencio y esperar una respuesta, incluso cuando parecía que no había respuesta posible porque todo estaba perdido. Aquellos que gritaban, lloraban, se limitaban a preguntar por qué sin aguardar respuesta y armaban alboroto, jamás supieron de la respuesta a su pregunta. Jamás supieron del milagro.
Es importante preguntarse, es bueno tener dudas, tener preguntas, inquietudes. Pero para obtener respuestas hay que encontrarlas, pedirlas. Se necesita silencio, huir del tumulto y esperar paciente. No vayamos a quedarnos fuera de la sala cuando por fin se dé el milagro de la respuesta.
De vez en cuando hace falta salir a donde hace frio, abandonar la comodidad y el calor del hogar y buscar en silencio el hoyo donde pueden estar enterradas las respuestas. A veces se encuentran en el horizonte. A veces tras los párpados. A veces en la humedad de una lágrima. A veces a lo largo de los años. Pero no hay que tener miedo, hay que tener fe, porque existen las respuestas. Se encuentran, si acallamos el mundo para escuchar el silencio del alma.
La pregunta es… ¿queremos respuestas?, o es más fácil lamentarse, echar la culpa a alguien y vivir sin ellas. Quizá obtener respuestas, nos plantee un diálogo que cueste esfuerzo mantener. Personalmente, creo que vale la pena ver los milagros que ofrece el mundo. PAULA CASAÑA (El mundo y yo a solas)
Diez frases sintéticas sobre el silencio (Benedicto XVI, 46 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2012)
1.- El silencio es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido.
2.- En el silencio escuchamos y nos conocemos mejor a nosotros mismos; nace y se profundiza el pensamiento, comprendemos con mayor claridad lo que queremos decir o lo que esperamos del otro; elegimos cómo expresarnos.
3.- Callando se permite hablar a la persona que tenemos delante, expresarse a sí misma; y a nosotros no permanecer aferrados sólo a nuestras palabras o ideas, sin una oportuna ponderación.
4.- Se abre así un espacio de escucha recíproca y se hace posible una relación humana más plena.
5.- En el silencio, por ejemplo, se acogen los momentos más auténticos de la comunicación entre los que se aman: la gestualidad, la expresión del rostro, el cuerpo como signos que manifiestan la persona.
6.- En el silencio hablan la alegría, las preocupaciones, el sufrimiento, que precisamente en él encuentran una forma de expresión particularmente intensa.
7.- Del silencio, por tanto, brota una comunicación más exigente todavía, que evoca la sensibilidad y la capacidad de escucha que a menudo desvela la medida y la naturaleza de las relaciones.
8.- Allí donde los mensajes y la información son abundantes, el silencio se hace esencial para discernir lo que es importante de lo que es inútil y superficial.
9.- Una profunda reflexión nos ayuda a descubrir la relación existente entre situaciones que a primera vista parecen desconectadas entre sí, a valorar y analizar los mensajes; esto hace que se puedan compartir opiniones sopesadas y pertinentes, originando un auténtico conocimiento compartido.
10.- El silencio es precioso para favorecer el necesario discernimiento entre los numerosos estímulos y respuestas que recibimos, para reconocer e identificar asimismo las preguntas verdaderamente importantes.
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2 comentarios Agrega el tuyo »

  1. Muy sugerente el artículo.
    Sólo es capaz de apreciar el silencio el que cultiva su mundo interior.
    En una sociedad frívola y superficial muchos niños se asustan del silencio.
    Hay que educar a los niños desde pequeños a que el silencio no es castigo.
    Silencio para hablar con nosotros mismos, y también con Dios.

  2. Sabes es necesario el silencio y yo en lo personal lo he necesitado..humanamente es necesario pero santa teresa de avila me enseño como lograrlo en el bullicio..gracias por compartir tu experiencia que es formidable

Respondele a Rosa Barrios

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